Cattivi maestri, maestros indecentes. Nanni Balestrini
Artículo de Nanni Balestrini incluido en el libro: Settantasette. La rivoluzione che viene. DeriveApprodi, Roma, 1997.
El 7 de abril de 1979 es recordado como la fecha de la detención de líderes y militantes del área de la Autonomía. Pero también es la fecha que marca la bancarrota de esa parte de la intelectualidad de izquierdas que durante más de diez años había, con intensidades diferentes, flirteado con los movimientos contestatarios primero y subversivos después. La gran parte de estos intelectuales interiorizaron inmediatamente el terrorismo represivo y, en el mejor de los casos, hicieron como las avestruces. Sacaron la cabeza de su agujero solo cuando la tormenta había terminado, justo a tiempo para adelantarse de alguna manera del gran saqueo de los años ochenta operado por este sistema de partidos que había „salvado al país y restaurado el orden“.
Sin embargo, con
la explosión del ´68 no parecía este el destino de los intelectuales. Su
respaldo al movimiento fue convencido y sincero llegando en algunos casos a
emular, a veces de manera algo patética, los comportamientos de los estudiantes
y de los obreros en lucha. Este respaldo suyo se acentuó, antes bien
fundamental, en la obra de contrainformación que siguió a la masacre de Piazza
Fontana en Milán. Baste recordar el documento de acusación de las tramas que
involucraban aparatos del Estado en la estrategia de las masacres publicado por
el „Expresso“ en el 1971 y firmado por más de 800 intelectuales entre los
cuales: Pasolini, Bobbio, Fellini, Guttuso, Eco, Levi, Bertolucci, Bevilacqua,
Carniti, Argan, Moravia,... Diez años después, mientras me estaba siendo
buscado por un mandato de captura que me acusaba de haber participado a
diecisiete homicidios, incluido el de Moro y de sus escoltas, me fue requerido
de escribir el texto de un llamamiento que fue firmado por una docena escasa de
personas. En cualquier caso, a partir del ´68 la solidaridad y en muchos casos
la participación directa de los intelectuales en las luchas de los movimientos
fue mucho más amplia y se desarrolló hasta 1973. A provocar los primeros
replanteamientos contribuyó sin lugar a dudas la circunstancia en que murió
Giangiacomo Feltrinelli. Una parte de los intelectuales intuyeron que tomar
partido con las posiciones más radicales y revolucionarias podría ser un juego
peligroso y que no se trataba más de dar la propia contribución civil a un
proceso de simple modernización de la sociedad. Empezaron así las primeras
prudentes tomas de distancia. Esto sin embargo continuó siendo muy amplio el área
de aquellos que continuaron a alinearse y a supera de parte de los movimientos.
Baste pensar a la intensísima actividad en todos los campos culturales de
aquellos años y cuanto aquella producción consiguió influir la extravagante
mayoría de la parte de los jóvenes más comprometidos socialmente. Pero aquello
que estaba sucediendo de nuevo y relevante era que los sujetos del movimiento
tendían a no referirse más de usuarios y consumidores de los productos
culturales pero empezaron ellos mismos a construirse instrumentos
comunicativos: docenas de periódicos, revistas, sellos discográficos,
editoriales, radios; más allá un número imposible de censar de centros de
documentación, librerías, cineclubs, espacios teatrales, laboratorios
creativos, centros sociales. Todo esto existía repartido por toda Italia, incluyendo
a los centros urbanos más minúsculos de provincia.
Fue reflejando
sobre la entidad de esta riqueza de expresiones que algunos amigos y yo, en
junio de 1976, proyectamos el Ar&a, una sociedad de servicios editoriales
que ofrecía a las pequeñas casas editoriales la resolución de los problemas
técnicos, administrativos y comerciales. Apenas un año después agrupábamos ya
una docena de editoriales y gestionábamos un centenar de títulos.
El movimiento del
´77 había hecho plenamente visible „las cien flores“, todo este fermento
madurado en los años precedentes. Pero fue la característica de aquel
movimiento, que unía una fuerte radicalidad política a una producción creativa
y cultural autogestionada, a determinar un alejamiento de sus recorridos de
otros sectores de intelectuales. Solo para quien estaba en contacto directo con
esas nuevas realidades de movimiento podía darse la posibilidad de comprensión
y por tanto un diálogo, para todos los otros era solo el „idiota idiota“ a
subrayar la absurdidad de la pretensión de perpetrar un estatus de separación de la función intelectual que no tenía más
razón de existir. Este es el sentido de las constataciones a los „varones“ en
las aulas de la universidad y a todos los analistas y especialistas que con sus
instrumentos seudocientíficos se prodigaban en interpretaciones sobre la crisis
de la condición de los jóvenes. Ciertamente, se trataba de una contestación
poco adecuada, pero eso que mayormente hería el orgullo de los intelectuales no
era tanto el episódico gesto concretamente violento, cuanto la ironía, la burla
y la indiferencia hacia su ser portadores de saberes en formas y contenidos
separados. El movimiento del ´77 representa el vaciamiento generalizado que
perpetraban principios ordinativos jerárquicos y disciplinarios tanto más de
aquellos que se expresaban en el plano cultural.
La frustración de
estos intelectuales se cruzó con el llamamiento del Partido comunista de agente
del consenso contra todos aquellos que no querían disciplinarse dentro del
compromiso histórico. En realidad no
fueron muchos a responder a este bando de reclutamiento, solo los más
estúpidos, los más rencorosos, y, junto a ellos, los más ingenuos. En previsión
de la inevitabilidad de una confrontación la mayoría prefirió desfilar en
silencio. Ante la represión en aumento la minoría disidente se encontró primero
aislada, luego señalada como inspiradora e instigadora de la violencia del
movimiento, finalmente imputada por su organización y dirección.
Intimidaciones, registros, calumnias, difamaciones, detenciones,
encarcelaciones, exilios. Después de veinte años la venganza contra los „cattivi
maestri“ no ha terminado aun, la advertencia sobre todos los que están tentados
de imaginar el ejercicio intelectual libre de la constricción de reproducir
únicamente la sociedad existente.