Cuando Umberto Eco apoyaba la insurrección
« Pero acusar a Radio Alice de ser responsable de la rabia de los jóvenes, es como acusar al festival de la canción de San Remo de ser la causa de la estupidez nacional: es dotar de un poder quasi mágico a los medios de comunicación. »
En el instante preciso en que Umberto Eco es festejado con unanimidad por todos, hemos exhumado este artículo aparecido el 25 de febrero de 1977 en el Corriere della Sera. En el momento en que Radio Alice –radio pirata que desempeña un papel central en la masificación insurreccional italiana- es objeto de ataques por el gobierno, Umberto Eco da su apoyo a esta nueva forma de expresión.
Las ediciones de L’Erba Voglio acaban de publicar un libro del colectivo A/traverso que lleva por título: testi per una pratica du communicazione sovversiva.
Corriere della Sera, 25 de febrero de 1977
Radio Alice es una
de las muchas radios libres aparecidas en Boloña; en cuanto al colectivo A/traverso,
es una componente más del Movimiento, esta parte de la juventud que constituye,
para retomar una definición muy precisa, «el territorio de la autonomía». Este
libro, no hace falta decirlo, es de gran interés, en el momento, en el que
precisamente, grupos de este tipo hacen hablar de ellos, en referencia a recientes
hechos acontecidos en la universidad.
Es difícil hablar
de estas cosas, cuando Radio Alice está siendo acusada por todos lados de
provocar desordenes (las autorreducciones tarifarias por ejemplo). Pero acusar
a Radio Alice de ser responsable de la rabia de los jóvenes, es como acusar al
festival de la canción de San Remo de ser la causa de la estupidez nacional: es
dotar de un poder quasi mágico a los medios de comunicación. Mientras que los
medios de comunicación, si bien reúnen, reflejan, o corroboran a veces los
modos de comportamiento, o si refuerzan las opiniones, no las producen. Si
existe un festival de San Remo, es que existe una pequeña burguesía rebosante
de falsa conciencia que no sabe nada de música; y de igual modo, Radio Alice
existe porque la rabia de los jóvenes quiere dotarse de sus propios modos de expresión.
Pero la comparación, por muy paradójica que sea se acaba con la música (¡y eso
que no para nada es la misma música!). Detrás de Radio Alice, la fiesta, el esparcimiento,
el redescubrimiento del propio cuerpo, el reencuentro con la dignidad de cada
cual, la aceptación o el culto de las diferencias (de todas las diferencias, incluido
las que son incompatibles entre sí), las proposiciones y los problemas del
nuevo proletariado, las reivindicaciones de los marginados. Simplifiquemos para
el lector poco al corriente de estos fenómenos: detrás de Radio Alice, están
los nuevos indios, muchos mas que los lideres del 68. Hace falta saber, porque
si leyésemos este libro como un documento cualquiera, si contextualizarlo con actual
situación en Italia, se corre el riesgo de no ver a todos esos desempleados,
temporeros, esos hippies merodeando por las salas de espera de la estaciones, esos
cuerpos desnudos en busca de un contacto nuevo. No se podría ver más que un
nuevo grupo cultural –hablando de estas cosas con nuevos medios y un nuevo
estilo de expresión.
« Radio Alice os
propone música, informaciones, jardines floridos, enormes proyectos,
invenciones, descubrimientos, recetas, horóscopos, filtros, historias de amor,
comunicados de lucha, fotos, mensajes, masajes mentiras… »
Comenta sus
películas favoritas: Yellow Submarine y Lassie; se divierte armando disonancias de las más avanzadas
con el Danubio Azul, cita a Eliot («abril es el mes más cruel»)
en referencia a una huelga; se propone inventar «un devenir menor» y «razonar, no
por medio de metáforas, sino por medio de metamorfosis»; se reclama de Lautréamont,
de Artaud, de Sade y de Mandrake…
Una lectura tal sería
parcial, imprudente, ya que, lo he dicho, detrás del libro y de la radio, se
encuentra una juventud bien real, que se sirve del libro y de la radio como medio
de expresión. Pero uno se resiste difícilmente a la tentación de ver en Radio
Alice el último retoño del linaje de las vanguardias, el que descubre nuevos
medios de expresión para realizar lo que no se encuentra más, al menos en tal
nivel creador, no en los poemas reunidos ni en las novelas experimentales.
En realidad, Radio
Alice elabora junto a este discurso y a través de él, proposiciones ideológicas
para la nueva revuelta juvenil. Soy incapaz de decir si las «produce» o si se
contenta con «reflejarlas», tanto es esta situación compleja; por no abusar,
entonces, de las expresiones del movimiento , autonomía, nuevo 1968, diré simplemente
que se trata de una generación, que desde su aparición, hace tabla rasa de todo
lo que se ha dicho antes y durante 1968: setenta y siete menos sesenta y ocho
hacen nueve; hablaré por consiguiente de generación del Año 9.
La filosofía del
Año 9, que expresa el colectivo A/Traverso, afirma que « el deseo hoy, ha
tomado la palabra»; contra las antiguallas del poder por «criminalizarles» el
acto creador y la relación liberadora, esta generación quiere practicar una
escritura «transversal», que circula, produce, transforma y «libera el deseo».
Se toma naturalmente la palabra «escritura» en un sentido muy amplio, se
escribe tanto con la radio, como con todo el cuerpo, se escribe para dar en
alguna medida una expresión al «deseo revolucionario de los jóvenes
proletarios, de los que faltan al trabajo, de las minorías culturales y
sexuales». Esta escritura, tiene inevitablemente un protagonista, el „pequeño
grupo», lo que reintroduce, en contradicción con los principios del colectivo,
la noción de vanguardia como referencia; pero este «pequeño grupo» suscita la
formación de otros pequeños grupos (esta proliferación de «cabezas de grupo» torna
imposible cualquier definición de Movimiento).
Liberar el deseo
significa rechazar las cortapisas de la razón, del sentido, de la moral y de la
política, para encontrar « lo irracional en el caparazón de cada uno ».
La irrupción del deseo subversivo perturba los códigos admitidos, el lenguaje
deja de ser un instrumento neutro para devenir una práctica subversiva permanente;
hace saltar las coacciones del sentido, único medio para derribar a
continuación la dictadura de lo político. Por medio de la escritura colectiva, por
la circulación de nuevos textos, «por la transmisión salvaje», se pinta la vida
en rojo, es lo que ya quería Maïakovski. Esta escritura « maodadaista »
invierte la relación entre el arte y la vida ; la obra de arte auténtica es el
objeto infinito del hombre que se desplaza con armonía entre las increíbles
mutaciones de su existencia particular».
Estas afirmaciones –que
el espacio de un artículo reduce fatalmente a un collage, que vale lo que vale-
requieren de algunas observaciones. En primer lugar, estamos en presencia de
una forma de vitalidad estética, que presenta curiosas analogías con el
futurismo y otras corrientes italianas de principios de siglo, hasta la referencia
indirecta a Nietzsche, es asombroso ver a los teóricos del proletariado
marginal manejar el lenguaje más cultivado, el más refinado de todos, con más
pedigrí; las comparaciones aparecen pues enseguida: son los nuevos Marinetti,
es el nuevo equipo Lacerba, es la reedición del Uomo finito y del
superhombre Papini. Pero, a diferencia de la vanguardia de principios de siglo,
estos grupos están realmente en contacto con una «base», la del Año 9, y lo que
dicen parece instintivamente accesible, en toda su vitalidad, incluso a los inculto;
signo pues de que la teoría puede traducirse en el concierto de gestos o bien
que los gestos colectivos inspiran la teoría. Esta relación, bien entendida, no
carece de ambigüedades ni peligros, pero no se la puede juzgar con criterios
que sirven de análisis para otros fenómenos: debe ser enteramente estudiado.
Los que tendrían,
por ejemplo, cierta familiaridad con el pensamiento post-estructuralista
francés, descubrirán a través de una serie de citas-testimonios la fuente
directa de este discurso: el Anti-Edipo de Deleuze y Guattari, con su trasfondo
de psicoanálisis revisado a través de una lectura transversal de Marx, Freud y
Nietzsche, además de la Antipsiquiatría, además de la crisis de Mayo del 68, además
de la retirada –en París, pero no en Italia- de este pensamiento sobre
posiciones puramente teóricas, sin más contacto con la práctica política de
masas.
El interés del Anti-Edipo
reside en la aserción que el inconsciente no es un edificio estructurado, como
lo pretendía el psicoanálisis, pero el lugar de la producción permanente del
deseo, lugar de asociaciones, de desestructuraciones, de agregaciones, de producciones,
de «máquinas deseantes»; la aserción, siempre, que la historia de la humanidad
está atravesada por este proceso esquizofrénico (no confundir con la esquizofrenia),
sofocado hasta aquí por las grandes estructuras «paranoicas» que hacen todo para
plegar a un orden, a una ley, el flujo del deseo. Se entenderá mejor, a partir
de aquí, la nueva oposición: la que esta generación del Año 9 traza entre ella
y los que rechaza en bloque en los paranoicos: la ex-juventud del 68, el PCI y
todo el aparato represivo del Estado.
Se puede pensar lo
que se quiera de esta oposición; para mi, es solo una metáfora, que o instituye
ninguna jerarquía victoriosa. Una cosa está clara, sin embargo: la oposición no
ha sido «inventada» por los autores del Anti-Edipo, no mas que la rabia de los jóvenes
no ha sido fomentada por Radio Alice. Las dos teorizaciones son supuestas por
los hechos. Y esta ideología del deseo merece un análisis serio, para
determinar la naturaleza de los fenómenos asociales que sublima: no se debe
liquidarla, a golpe de eslóganes fáciles. Por su lado, el colectivo A/traverso,
si reflexiona, deberá admitir que su práctica salvaje tiene fuentes académicas,
sino, se estará en el derecho de restituirles de vuelta la invectiva poética,
ligeramente retocada: «¡el escritor hipócrita, tú, mi semejante, mi hermano! »
Umberto Eco