Demasiado tarde para el miedo, Hocquenghem


Demasiado tarde para el miedo [Trop tard pour la peur] es un artículo aparecido en la revista Gai Pied en 1985. En ella, Guy Hocquenghem, que moriría de SIDA tres años más tarde, advierte contra el uso del miedo al contagio como instrumento de propagación del VIH y aboga por tener en cuenta las voces de los enfermos. Este texto rescatado de los ochenta es una propuesta de lectura aparecida en abril de 2020 en la revista online, en francés, viaje en la disidencia sexual trounoir.org. Si se advierte bien, la lectura de este artículo recobra una especial actualidad, y, por otro lado, ciñéndose más a su contexto se apreciará que es claramente continuador de la línea política emprendida por el FHAR al que Hocquenghem, entre otras, dió origen allá por 1971, un colectivo parisino autónomo, radical y combativo que en ruptura con otros colectivos más conservadores, abogaba por la subversión del Estado burgués y heteropatriarcal. Cabe reseñar también dentro del marco de la polémica que el ayuntamiento de París ha retirado recientemente la placa conmemorativa que tenía en la fachada de su vivienda, y esto a resultas de una acción simbólica de Les Grenades, un grupo queer que lo marca y lo señala como criminal pederasta. Y esto en una época, la actual, que hay que recordar de vuelta que el movimiento gay es un movimiento de liberación y que Stonewall no fue una fiesta, sino una revuelta.

Puesto que os habéis ido de vacaciones, deciroslo lo mismo sin darle mucho bombo. Es demasiado tarde para tener miedo. Para tener miedo a la cosa, ya sabéis, la cosa esa de la que se lleva hablando todo el año, y la que me toca a mi „tratar“ llegado el turno. La noticia, proveniente de los organismos sanitarios, y que mi médico me ha confirmado, de que los "LAV [Lymphadenopathy Associated Virus] positivos" son seguramente mayoriatorios entre los gays, tiene al menos eso de bueno. No es que yo sea uno de esa especie de agudos militantes que ven la epidemia sidosa como una "oportunidad" para la concienciación del "colectivo gay" (se ve que deben estar muy seguros todos ellos de que no lo tienen); ni que yo, a su vez, quiera dar monsergas y consejos sobre un tema en el que predicadores y consejeros aficionados sin títulación proliferan como setas (nada mejor que una epidemia de miedo para ver surgir jefecillos ataviados de ignorancia y presunción).

Si hasta ahora, más o menos, evité el tema, es también porque limitaría expresamente, cuando se trata de sufrimiento humano y vivido, la palabra a esos solos que tienen algo que decir. Al no ser ni médico ni, por el momento, y que yo sepa, estar afectado, no me otorgo ningún derecho de opinión. Muy pocos, como se puede constatar, comparten esta prudente reserva.

¿Qué deberían hacer entonces los "positivos", es decir, el Sr. Gay-menganito [M. Gay-tout-le-monde]? Laurent Fabius dice que el 10% de ellos lo tendrá. Que nadie pierda la cabeza. Es demasiado tarde para hacerlo. Con esto quiero decir, una consecuencia que nadie ha percibido, que si la mayoría, dentro de poco la totalidad, de los gays es seropositiva, el problema de la vacuna no se plantea ya para ellos. Ya están vacunados o, más bien, ya están enfermos. El contagio del miedo, el miedo al contagio, el relato periodístico complaciente y que inicita al surgimiento de una ideología autosuficiente [Sam'suffit] securitaria y de higiene abyecta, se ha por entero obsesionado con la vacuna, la milagrosa vacuna de los egoísmos. Que el Otro enferme, no yo. Puesto que nosotros, la población "de riesgo", somos positivos, sabemos desde ya que no es ni la sobreprotección, ni la abstinencia, ni el internamiento en campos de enfermos lo que nos salvará. Sabemos de igual modo que, lo mismo que las civilizaciones, el miedo y la enfermedad son mortales; y que la muerte de una enfermedad se llama curación del enfermo.

Demasiado tarde para la vacuna, señores de la Ciencia y de la Prensa. El orden de prioridades ha cambiado. O nos sacrificáis, aíslais de por vida a todos los homosexuales, y a todas sus relaciones anteriores, o aceptáis volver a aquello por lo que se habría debido comenzar, los enfermos mismos, y no el miedo de los otros. No se trata ya de vacunaciones, sino de un medicamento, de una penicilina anti-SIDA, lo que el pueblo reclama.

Guy Hocquenghem

Gai Pied Hebdo, 13 de julio de 1985

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