El devenir en curso de la emergencia de Homo gemeinwesen, Jacques Camatte

 


Habiendo alcanzado el estadio final de nuestra exposición concerniente a la emergencia de Homo gemeinwesen, resulta oportuno precisar de nuevo la elección de esta denominación. La hemos adoptado sobre todo para estar en condiciones de designar la especie que deba reemplazar al Homo sapiens. Ahora bien, como el devenir de este ha sido la pérdida de la comunidad, de la continuidad, y el desarrollo quasi hipertélico [n.d.t. anómalo] del proceso de conocimiento que le permitía compensar esta pérdida (dinámica de la sustitución) y justificarse, necesitábamos una palabra adecuada que pudiera integrar ella misma precisamente lo que se había perdido. En cualquier caso no pretendemos imponerla: mujeres y hombres del futuro se designarán por sí mismos en función de las vivencias más profundas que experimenten en el seno de su devenir.

En los capítulos precedentes están ya incluidos todos los presupuestos del devenir Homo gemeinwesen, porque plantean al mismo tiempo la errancia del Homo sapiens y el deseo manifiesto en su interior de escapar de esta, de fundar otra dinámica, reencontrando la comunidad y reconciliándose con la naturaleza, percibiendo la potencia unitaria y múltiple de la afectividad y la empatía.

El devenir Homo gemeinwesen implica una inmensa inversión que se basará en la contribución de todos los movimientos que se han opuesto a la errancia de la especie y requerirá de una dinámica voluntaria y consciente.

A propósito de este devenir nos hace falta precisar lo que escribimos en el Preludio 2:

"Hemos indicado ya que seremos conducidos a crear los órganos que deben hacernos realizar esta nueva especie. Esta afirmación está fundamentalmente ligada a la caracterización de la división [n.d.t. phylum] Homo: el acceso a la reflexividad. Dicho en otros términos, la fase en la que estamos entrando es aquella hacia donde debemos dirigir nuestro devenir, precisando que, más que producir o incluso crear -palabras que implican una separación, una especie de fabricación de prótesis- se trata de inducir a partir de nuestro cuerpo específico-individual todo lo que es necesario para nuestra transformación"[1]. No se puede hablar de creación, como lo afirmo por cierto al final del párrafo. Del mismo modo, no se puede uno referir simplemente a la reflexividad sin indicar simultáneamente que toda intervención se hará participando desde dentro de la especie, de la naturaleza, del cosmos, de lo contrario se tenderá a reactualizar la separación. En cambio, lo que es fundamental es la insistencia sobre la voluntad.

Para que la dinámica sea efectivamente voluntaria y consciente, no hace falta que esté atiborrada de datos inconscientes, ontósico-especiados, remanentes de la errancia milenaria; lo que implica, tanto a nivel del individuo como a nivel de la especie, una intensa experiencia revivida en grado de desactivar las diversas huellas que se han constituido en el transcurso de esta errancia.

Entonces la inversión podrá desplegarse y se podrá acceder a la continuidad. Comporta fundamentalmente, esencialmente, la reconciliación con la naturaleza, que no puede realizarse más que con la reconciliación de los sexos. De hecho la separación de esta última se ha efectuado con el sometimiento de las mujeres y el reforzamiento de la represión de la naturalidad del bebé, del niño. Todo el resto se derivará de ahí. He expuesto ya en diversos artículos los momentos esenciales de este otro devenir. No volveré sobre ello[2].

Pienso que a pequeña escala el fenómeno ya se está actualizando. Deseo aportar una prueba que comporta una gran importancia debido a la magnitud de la obra operada y, sobre todo, debido a su dimensión paleontológica. Se trata de la publicación del libro La Vénus de Lespugue révélée de Nathalie Rouquerol y Fañch Moal, editado por Locus Solus. Es Nathalie Rouquerol quien nos expone la "revelación".

“Aunque habiendo sido creado por un espíritu habitado por mentalidades y creencias inaccesibles para nosotros, el enigma de esta obra viene de ser desentrañado, o al menos en parte. Este estudio que combina la observación técnica, científica y la intuición demuestra una hipótesis plausible y argumentada, la de la representación del movimiento perpetuo de la vida, del devenir de la mujer y de la humanidad, edificada y apuntalada a partir de las primeras ideas de nuestros predecesores (págs. 106-107)". 

En efecto, la autora nos muestra (pp. 95-102) que la estatua de menos de 15 cm debe ser manipulada de una determinada manera[3], a veces cambiándola de mano, y que al hacerlo descubrimos que representa el nacimiento, luego la joven adolescente, la mujer madura, la matrona e incluso la muerte. Y continúa así:

"(...) el artista, gracias a la armonía sensible y técnica, cuya causa ha sido detallada, y que emana de la criatura, invita a tocarla y darle la vuelta, para dirigir la vista sobre todos sus lados, una y otra vez, porque la transmisión de la vida no tendrá fin. El autor se afirma pues como quien cree en un porvenir lejano para los suyos y quizás para todos". (p.101)

"(...) un ser ha dado forma a la esperanza y la permanencia del linaje humano, para su propio pasado, para su presente, para su futuro (...) Gracias a su alegoría estamos conectados, somos incluso los destinatarios de su mensaje. Por supuesto, ignoramos cómo estos pueblos concebían el tiempo (...)" (p.101) Más adelante subraya la dimensión de la especie que esta obra contiene: "La Dama de Lespugue (...) es una oda a la intemporalidad de la generación de la especie, una poesía dedicada a la filiación humana (...)" (p. 102) " (...) suscribe en una alquimia que condensa en una criatura única, el devenir de la vida femenina, transmutando un itinerario individual en destino de la especie humana al completo dependiente desde que aparece en el mundo (...) (p. 110)

De hecho, para comprender plenamente el significado de esta obra debemos recurrir a una inversión que, por otra parte, en cierto modo es sugerida por la autora. De este modo, no se puede separar la individualidad de la especie. En lo que concierne al tiempo, pienso que no se había aún inventado puesto que implica una separación de la totalidad que se efectuó bastante después. Lo que se imponía era un continuum de la experiencia vivida con su duración en los cuales mujeres y hombres se orientaban sin confundir los diversos momentos.

Otra dimensión de la inversión es volver a cuestionar la idea, la creencia en un carácter atrasado de nuestros antepasados lejanos que establece una cesura [n.d.t coupure] entre ellos y nosotros, generando incomprensión. Ahora bien: "esta escultura de marfil, silenciosa y tan habladora a una vez, demuestra en cualquier caso que estos humanos de hace quince a treinta mil años no deberían ser considerados seres inferiores y por consiguiente prueba que cualquier jerarquía entre las poblaciones ya sean pasadas o contemporáneas, conlleva opiniones definitivamente desfasadas a la lectura de la demostración que proponemos, la de la luminosa y creativa inteligencia de la cual la humanidad ha sido capaz hace más de veinte mil años". ( p.104)

"Puede ser al contrario, que seamos nosotros quienes, a pesar de nuestros progresos teóricos y técnicos, de la razón, del utilitarismo y de la eficacia, por no decir de la productividad y de la dominación, hemos perdido desde entonces algo de eso que evidencia cierta sensibilidad, sensaciones, afectividad, incertezas, intuiciones, carácter lúdico y, por tanto, el arte de ser humano? En otras palabras, ¿estaríamos viviendo una deshumanización?" (p.105)

Una constatación tal, y la interrogación que la acompaña, implican el establecimiento de la inversión para escapar de la extinción, lo que viene confirmado con la siguiente consideración:

"Esta estatuilla demuestra la permanencia, la creencia en un genio humano, aparecido hace mucho tiempo; nos indica que el hombre tendría una oportunidad de superarse a sí mismo, si no arruina él mismo toda esperanza. Tal vez haría falta desmentir a Jean-Baptiste Lamarck (...) autor en 1817 de una frase profética: 'El hombre está destinado a exterminarse a sí mismo después de haber conseguido hacer el planeta inhabitable' "[4](p.106).

En definitiva: riesgo de extinción y regresión, eso es exactamente lo que estamos viviendo con la artificialización, que se efectúa siempre a mayor escala.

La inversión se manifiesta igualmente por el hecho de cuestionar de nuevo la denominación de Venus no sólo por la estatuilla de Lespugue, sino por todas las otras del mismo tipo, así como el hecho de no considerarla como una obra de arte. Los dos hechos van unidos porque hablar de Venus es hacer intervenir cánones de belleza, un fundamento del arte, que en conjunto están determinados por la existencia del Estado. Esta estatuilla es la expresión profunda de una experiencia vivida y su inserción en la continuidad de la especie, así como la del hombre o la mujer que la realizó.

Finalmente "(...) nada permite asignar de oficio a esta escultura una significación divina". (p. 108) Efectivamente no es una diosa, puesto que diosas y dioses aparecen solo en el neolítico y están en relación, también en este caso, con el nacimiento del Estado lo mismo que con el sometimiento de la mujer, y se corresponden con la abstraización de un principio que es hipostasiado y autonomizado.

Pero más que la negatividad, lo que contribuye a fundar su importancia primordial es la positividad: "La Dama de Lespugue es también una oda surgida desde las profundidades de los tiempos, a esta mitad de la humanidad en tantos lugares actualmente maltratada". (p. 105) Es determinante porque sin la reafirmación de la esencialidad de la mujer ninguna inversión es posible. Se manifestará a través del final de la separación del niño de la madre[5] , que es correlativo simultáneamente con el final de la teorización de la dependencia del bebé, al redescubrir la potencia de la continuidad que contiene.

Además, lo que nos parece evidente es que los hombres de la lejana prehistoria deben haber disfrutado de una profunda plenitud debido a su rol fecundador y, con ello, se sienten bien incluidos en el proceso natural, en la naturaleza, porque es absolutamente obvio que eran perfectamente conscientes de su función en la reproducción. "Añadamos una observación sobre la supuesta ausencia de causa y efecto, entre el acto sexual y el embarazo (...) En nuestra opinión, los humanos del Paleolítico de una agudeza observable de toda la naturaleza en la que están inmersos y que nunca más podremos igualar, sabían seguramente que ni un mamífero solitario hembra, ni una niña impúber o virgen pueden procrear y que la relación sexual es necesaria". (p.69). Con la autonomización del poder y el desarrollo del patriarcado a partir del neolítico, los hombres ya no se han contentado más con ser fecundadores, sino que se apropiaron del poder de las mujeres para reforzar aquel autonomizado en su favor y justificarlo. Al hacer esto, debido a la separación cada vez mayor del resto de la naturaleza en relación con esta autonomización, no supieron más cuál era su lugar al interior de ella, planteándoles un interrogante a este respecto que hicieron cargar sobre toda la especie. A pesar de ello, con la invasión de la artificialización, esta se vuelve cada vez más evanescente. De ahí la inmensa amplitud de la inversión a realizar.

Lo que nos impide captar la importancia de lo que se ha producido no es la inmensidad del tiempo que nos separa de estos antepasados del Paleolítico, sino sobre todo la cesura con el resto de la naturaleza y todas las separaciones que resultaron de ella y que hemos estudiado en capítulos anteriores. Podemos añadir que esta cesura y estas separaciones han inducido en la especie - especialmente en los humanos - el deseo de ser reconocidos por la naturaleza. La inexorabilidad del ligamen separación-deseo de reconocimiento es reactualizada al interior de los individuos. La implacabilidad de este fenómeno y su dimensión deletérea deriva del hecho de que es la causa de estallidos de violencia y de la dinámica de la enemistad.

El desarrollo de la locura del Homo sapiens conduce a un riesgo de extinción, que opera al mismo tiempo como un bloqueo en relación con el abandono [n.d.t. déréliction], la dependencia, el sentimiento de culpa, y por lo tanto con una enorme crisis de presencia reforzada por la necesidad de reconocimiento. Para salir del paso y liberarse de una pesadilla, de una entidad psíquica, que lo atormenta inconscientemente desde hace milenios, operando como un soporte en el que fundamentar su errancia determinada por su deseo de escapar de ella, la especie será conducida, en una dinámica en gran parte inconsciente, a encontrar de nuevo su naturalidad. Así, el punto de partida de otro devenir que permita una inversión se presentará como la manifestación de un enorme retorno de lo reprimido: la naturalidad de la especie en el seno de las y los que la componen. Lo que se impondrá, mucho más que "un movimiento que anula y supera [n.d.t. Aufhebung] el estado de las cosas", será una inversión que se manifieste como una emersión.

La contribución del estudio de Nathalie Rouquerol es la de permitir, más allá de la inmensidad del tiempo que nos separa de nuestros antepasados lejanos, reanudar una continuidad con ellos e incluso con el potencial afirmado en el momento de la aparición del Homo sapiens, ayudarnos pues a restablecer nuestra naturalidad. "La Dama de Lespugue no está enfeudada a ninguna época, a ninguna cultura, pertenece a todas ellas, como lo vamos a mostrar..." p. 95.

La estatua de la Dama de Lespugue debía ser manipulada para revelar a través del tacto la narración inscrita en ella, expresión plena del ligamen entre el gesto y la palabra, al mismo tiempo que testimonio de que ese sentido es el de la continuidad, al interior del ser y al interior de la naturaleza, operando como base para el resto de los sentidos por el hecho mismo de que nos permiten estar en contacto con lo real, sin olvidar su dimensión exploratoria tanto en la edad infantil[6] como en la edad adulta.

La manipulación podía operar como una conjuración del riesgo de extinción ligado sobre todo, a la época, a las glaciaciones sucesivas, y así pues a mantener la perpetuación de la especie. Hoy en día nos enfrentamos a una posible extinción debida a nuestra propia actividad, incluso si hay causas extrahumanas. Nuestra perpetuación está ligada al abandono de una dinámica mortífera -abandono tanto más difícil de realizar en cuanto que fue en parte generado tras experimentar una impresión más o menos obsesiva e inconsciente de haber sido abandonado (derelicto) por la naturaleza- y a la puesta en práctica no de un simple conjuro, sino de una inversión. A partir del despliegue de esta (iniciado débilmente por el momento) y del consecuente devenir del Homo gemeinwesen, se abre un enorme porvenir que debemos aprehender no en relación con el tiempo, sino con la eternidad. La especie no puede ser eterna y no puede ser inmortal por el hecho mismo que depende de fenómenos que ellos mismos también tendrán un fin, como por ejemplo la duración de la vida del sistema solar. No tener un enfoque inmediatista, temporal, permite concebir el más allá de nuestra presencia en el cosmos como por debajo de ella y así poder afirmar nuestra realidad profunda que constituye el contenido de nuestra invariancia: estar en continuidad con todas las formas de vida, y nuestro goce que "se afirma en la alegría de vivir la invariancia al interior del devenir".[7]

Jacques Camatte, 10 de octubre de 2020

[N.d.T.] El devenir en curso de la emergencia de Homo gemeinwesen se corresponde con el capítulo 15 de Emergencia de Homo gemeinwesen.

Traducción: Iván Maté Osaba

 


[1] Preludio 2 sirvió de introducción al n° 2, serie IV de Invariance, marzo de 1986, conteniendo el capítulo 7. Objeto de nuestro estudio: Emergencia de Homo gemeinwesen.

[2] Cf. Todos los artículos pueden ser consultados a partir de Cheminer.

[3] A este respecto, esta observación relativa a los niños es muy importante porque tiene en cuenta sus capacidades y su continuidad con los adultos: "Inspirado tal vez por los trucos y manipulaciones que los niños muy pequeños, en medio del descubrimiento del mundo, someten el objeto agarrado por sus manos todavía torpes..." p. 110.

[4] En la nota viene indicado: Système analytique des connaissances de l'Homme, Ed. Baillère, pp.154-155

[5] La importancia del desarrollo de la melena entre el estadio de la niña joven y el de la madre consumada, sobre lo cual Nathalie Rouquerol insiste tanto, sugiere que los bebés podían agarrarse a ella, lo que unido al "nido" que forma el brazo y la cadera de la madre, y que les permite ser porteados (el bebé es un tragling), dotaba de una gran seguridad a este.

[6] CF. Nathalie Rouquerol; o.c. p.110.

[7] Cf. Index (fin 2003).

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