Entender mejor la policía con Engranages


El artículo que sigue fue publicado en 2016 en lundi.am por un autodenominado mal cliente del antiterrorismo. Su pretensión es dar una explicación y contextualizar el supuesto éxito de la emisión de una serie de televisión de policías. Ahí donde pone
Engrenages, que es el título de la serie en francés, podemos tranquilamente poner Antidisturbios, la serie estrenada este pasado octubre de 2020. La operación es básicamente la misma. No contentos con tenernos encerrados en casa consumiendo(nos), también pretenden conseguir meterse dentro. Son una banda de la cual hay que cuidarse y mucho.

En marzo de 2013, el LCP (Laboratorio de Comunicación y Política) del CNRS (Centro Nacional de Investigaciones Sociales) organizó un "simposio internacional" con el objetivo de "contribuir a una renovada reflexión sobre las relaciones entre la policía y los medios de comunicación".

Sin saber aún muy bien el cómo o el porqué, la lista completa de participantes recibió por correo electrónico una contribución previa a los debates; concretamente, algunas consideraciones sobre la exitosa serie de televisión "Engrenages" y, más en general, sobre el papel de la policía.

El documento puede ser consultado en  toda su integridad en Internet, queremos subrayar aquí los elementos que nos parecen más interesantes con respecto al procedimiento lanzado por la policía y que es objeto de múltiples discusiones estas últimas semanas.

Desde hace algo más de un siglo, las ficciones policiales constituyen de por si la ficción popular por excelencia, es decir, "entretienen" a aquellos mismos a los que la policía está ahí para reprimir. Esto mismo denota una trágica paradoja, un signo más de un desencantamiento en la historia, de una resignación al hecho de que el orden de las cosas sigue siendo el que es, con la exigencia y necesidad policial que esto implica. Cada intentona revolucionaria que es aplastada parece producir su propia generación de novelistas detectivescos. El de la década de 1850 sigue a la derrota de 1848. La de los años treinta sigue a la interrupción por la fuerza de la revolución mundial de los años veinte, y la de los años setenta y ochenta es inversamente proporcional a la ola subversiva que se produjo entre 1967 y 1977. Una posible explicación al éxito que tiene este tipo de mercancía cultural podría ser explicado por el solo hecho de que por lo menos ahí se habla de la vida del pueblo, aunque está claro que desde el punto de vista del enemigo.

Podríamos pensar que de lo que realmente se trata es de la continuación del infinito trabajo, emprendido a la vez tanto por la burguesía como por el movimiento obrero oficial, que buscan separar al interior del pueblo el grano de la paja , de separar la clase laboriosa de la clase peligrosa, de dar forma a la imagen del trabajador honrado frente a la del gamberro y de colocar a uno por encima del otro. Podríamos quedarnos tranquilos pensando también que si uno pasa su infancia jugando a  ladrones y policías, puede, sin demasiados escrúpulos, pasarse el resto de su vida viéndolos por televisión. Preferimos ver en la prominencia de la figura del policía en el imaginario popular y la centralidad de la policía en estos tiempos como un síntoma, un síntoma de algo de lo que hay que curarse.

Abordemos pues „Engrenages“ a su vez como un síntoma, y veamos lo que queda de él una vez que haya sido depurado de su ideología. Esto es lo que queda.

-Aquellos que tienen que hacer cumplir la ley no necesitan ir acompañados, como el inspector Maigret de antaño, del ronroneo de una moral personal pequeño- burguesa. Ya no creen en nada. Incluso ellos viven en la más grande desorientación sin ningún tipo de principios éticos, en la misma confusión de sentimientos que el resto de los ciudadanos. ¿Por qué no habrían de mentir a sus compañeros? ¿A un juez? ¿Deberían ir juntos dos o tres a la vez? La policía no está ahí para reprimir la delincuencia en el sentido de algo que ataca un orden positivo dado, un sistema de valores establecido, sino simplemente para gestionar y administrar amenazas. La infracción de una ley de por sí sin valor, de reglas desprovistas de contenido, unicamente sirve como pretexto para neutralizar esto o lo otro. Lo que se condena como delito, como lo  malo, no tiene ya nada que ver con idea alguna de lo que sería bueno, de lo que sería una buena vida. Unicamente los "delincuentes" – los antisistema, los kurdos o los jóvenes de las periferias- tienen algun convencimiento de cómo quieren vivir. Y tal vez sea ese exactamente su delito. Tal vez la policía está ahí solo al servicio del nihilismo social, del hecho de que se pueda vivir sin creer en nada. Ayer mismo nos protegía de una moral social dudosa,  actualmente protege la obligación social que hay de dudar. Ya que cualquiera que asume, aunque sea para sí mismo, una idea propia de lo que es una buena vida se dará cuenta de inmediato que difiere de la de tantos otros, e incluso entra en contradicción con ciertas otras. Cualquier tipo de salida al nihilismo es pues entendida como una amenaza de guerra civil. Es justo ahí donde la policía interviene.

- El criminal ya no es alguien que, como en la ficción clásica, "cae en la delincuencia", individualmente, en virtud de motivaciones que el inspector o detective puede racionalmente dilucidar. Mediante su actuación, el delincuente no se convierte en un paria de la comunidad, al contrario se integra. No se trata más de un "individuo", como muy bien viene redactado en cada proceso verbal que busca involucrar, sino un elemento de un mundo más pequeño -la okupa, la periferia, la empresa - que vive como delincuente, instalado en el delito. No hay nada que quede en Engrenages en tanto que "sociedad"; unicamente hay mundos, todos semejantes aunque diversamente delictivos. Ahora sólo hay entornos, más o menos herméticamente cerrados entre sí, con sus feroces jerarquías, sus propios códigos, sus territorios delimitados. Y por encima de estos entornos, como levitando por encima, está el Estado, o lo que queda de él, que gestiona como puede este caos latente mediante la asignación a una policía de lo cual no se percibe en qué podría contrariar el camino hacia la soberanía. La policía en manos del poder es como la ira en manos de los dioses: cae sobre todo aquello que se sale.

- Los policías están fuera de la ley lo mismo que el resto. Viven en pandillas, son unos bestias que no profesan ley o creencia alguna. Se vengan sin comisión rogatoria de los antisistema que los "destapan" en sus webs. Si hace falta, roban sin que se lo exija nadie. Lo único que los diferencia de otras bandas es que están organizados en un aparato de complicidad más vasto, y que por eso mismo se arrogan total impunidad. En otras palabras, en este mundo unicamente hay  fuerzas que son criminalizadas en razón de su grado de desorganización. Establecer una moral por decreto, es una demostración más de fuerza.

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