El resto de la izquierda - un gabinete repleto de curiosidades
Algunos
esperábamos que las psicosis y las sociopatologías de la izquierda se
desvanecieran en el aire de la normalidad, al desaparecer los anuncios
catastróficos provenientes de las altas esferas. Poco a poco nos hemos ido
dando cuenta de que estábamos equivocados. Cuanto más bajos son los índices de
incidencia, más loca se ha vuelto la búsqueda por la responsabilidad de todo en primavera, detrás de la cual, cada vez está más claro, se encuentra el miedo a
perder la vida nuda. Hubo fiestas de cumpleaños al aire libre en las que se
invitó a la gente a hacerse tests para proteger a las personas de riesgo que
también estaban presentes. Sin embargo, la prueba era voluntaria. Esta
invitación a tests voluntarios, que transfiere la responsabilidad al otro
vinculándola a una exigencia de solidaridad étnica (volveré sobre esto), puede,
por supuesto, seguir siendo inocente, ya que no hay ningún grupo de riesgo en
esta fiesta: aparte de los locos entusiastas del ZeroCovid. Cuando no hay
ningún grupo de riesgo, la exigencia de una reunión al aire libre a ser
examinada, carece de sentido. Lo que queda de todo esto al final, es el tentetieso de la moral.
La cosa se
vuelve aún más loca cuando uno descubre en los chats y en las redes sociales
que se han intercambiado las direcciones de los centros de vacunación móviles más cercanos, para poderse vacunar desesperadamente a la carrera. Una vez más,
el argumento es que la vacunación es un acto de solidaridad con los grupos
vulnerables, es decir, con las familias de inmigrantes, con los que tienen que vegetar
en condiciones de hacinamiento porque la inmobiliaria Deutsche Wohnen sigue sin haber sido expropiada. El hecho de que, debido a estas prisas, fueran precisamente los
que deberían beneficiarse de la vacunación los que se quedaran atrás, por no
tener una buena red, no tener tanta movilidad o simplemente ser demasiado
lentos, no pareció inquietar. Pero primero vacunarse dos veces y luego ir a la
manifestación: "¡Liberen las patentes! Y ahora, en otoño, atiende al booster, reservando una cita en primavera para la nueva vacuna o refuerzo contra el
Omicron, para poder ir a bares, saunas y cines sin más preocupación. Y entonces
podremos volver a sacar tiempo para corear de nuevo "liberen las patentes". Al
fin y al cabo, los anuncios de catástrofes altamente oficiales han regresado y nos
acompañarán durante los próximos años, si no encontramos otra cosa que hacer que irnos a vacunar.
1. la
moralización de la izquierda
La
moralización de la izquierda ha alcanzado un nivel insoportable a escala nauseabunda.
En esta moral, es evidente que no se trata en absoluto del bienestar de los
demás, y menos aún de la solidaridad, sino sólo del propio miedo. Así que Giorgio Agamben tenía razón. Y todos los reproches de que es de derechas, un pensador
transversal [Querdenker], resultan ser polémicas alejadas de la política, que sólo hacen que despotricar contra quien les ha puesto un espejo.
La moral de
muchos autoproclamados izquierdistas no se orienta a los criterios de su propia
acción, sino a la introspección y a su propia e inmaculada imagen de sí mismos,
quizá también alimentada por un delirio de inocencia que es la reacción
desesperada contra un capitalismo que sólo empuja a la gente a endeudarse, como
ya observó acertadamente Walter Benjamin. En cualquier caso, lo que queda es
una vieja izquierda que, en su infructuosa búsqueda de perfectibilidad, sólo
gira en torno a sí misma o, como mucho, a sus proyectos del tipo Hausprojekt.
Pero, por
supuesto, también podría ser que junto a esta incorporación un tanto dialéctica
a las relaciones dominantes, exista otra mucho más banal. Que hay precisamente una
moral, es decir, llevar mascarilla, no tener encuentros físicos o presenciales, en cualquier caso vacunarse, booster de refresco, mantener las distancias, etc.
simplemente por comodidad. Tal vez lo que muchos izquierdistas simplemente
descubrieron en el periodo del Corona es que la vida sin intervención práctica en la
mierda dominante sigue siendo más agradable: porque uno se siente bien en la
mierda dominante. Incluso con este motivo, se trata de lo que motiva a tanta
gente: vivir más agradablemente, ya sea en un Hausprojekt, en un piso compartido, en un proyecto cultural
impregnado de concienciación-sensibilización tipo awarneness o partiéndose una bebida energética de turno en el bar de la peña del rollo.
Seguir saludables.
Así que la
excitada borrachera catastrófica se ha calmado un poco, pero las consecuencias
políticas y sociales son cada vez más evidentes. Pero todo esto sólo se puede
entender si se comprende algo de la gubernamentalidad y de la biopolítica, si
se entiende que las relaciones sociales son relaciones estructurales. Únicamente así evitaremos caer en la trampa de las teorías conspirativas. Volviendo a Marc
Zuckerberg: en 2015 anunció su visión de haber conquistado todas las
enfermedades para finales de siglo; a principios de este año citó de forma un
tanto simplista la idea de que esto podría lograrse si fuera posible observar,
medir y analizar en tiempo real y en tres dimensiones cada proceso biológico
(¡!) del cuerpo humano. Dos cosas: por un lado, tal idea está, por supuesto,
impregnada de un racionalismo que también abunda en la izquierda, pero, por
otro lado, está al mismo tiempo determinada por una concepción dualista de la vida.
En esta concepción, la mente y la psique, por un lado, y la existencia
biológica, por otro, son tan distintas que ni la psicología individual ni la
impronta social y colectiva del cuerpo y la vida desempeñan un papel. El cuerpo
es una máquina. Sin embargo, estas ideas encajan perfectamente con las
políticas de autocontrol del organismo. Los relojes inteligentes que controlan
la ingesta de alimentos, los pasos dados, el ritmo cardíaco, etc. ejercen una
increíble fascinación y abren un horizonte utópico de posible superación
personal. También en este caso, el ideal de esta autoobservación no está
disponible (se podría observar igualmente el contenido insuficiente de THC),
sino que se da e integra en el yo a través del algoritmo correspondiente.
"Mientras que en el pasado la
medicina trataba de apoyar la acción de la naturaleza, hoy intenta planificar
técnicamente los sueños de la razón". Así pensaba la izquierda en 1995
todavía (Ivan Illich, Crítica de la
medicalización de la vida).
Hoy en día, probablemente
sería vilipendiado como pensador transversal y etiquetado como tal: "No
hay nada que discutir con negacionistas de la Coronación* como tú. Hay que
combatirlo políticamente, hay que quitarle su espacio ... La gente como tú y
los de tu calaña son inaccesibles al conocimiento científico y a los
planteamientos racionales..." (Respuesta de un autoproclamado defensor de
la salud pública a la oferta de diálogo de un opositor a la vacunación) El
ideal de una vida segura, configurado por la tecnicidad y la ciencia natural,
necesita ahora de los organismos de control fordistas sólo de forma limitada. Se
controla a sí mismo y, en conciencia, también controla a los demás.
2.
imprevisibilidad
Esto no
significa, por supuesto, que los líderes puedan renunciar a la represión por
completo. Por el contrario, siguen teniendo un miedo residual a lo
incalculable, a lo imprevisible. Precisamente por ello, el Ministerio del Interior
ha encargado 55 nuevas tanquetas policiales del modelo Survivor a los criminales de guerra de Rheinmetall, 10 para la policía federal y 45 para la policía
estatal. Los arsenales se están llenando. Y, sin duda, se desplegarán contra
los que, por utilizar la expresión de Alain Brossat, rechazan los códigos y los
discursos de la situación dominante, "los que no se expresan, sino que
insisten en gritar, vociferar y maldecir" . La izquierda no está entre
ellos en este momento. Para que esto cambie, tendremos que asumir las
divisiones, si no queremos traicionar nuestra sincera oposición a las
relaciones dominantes, tendremos que buscar otros lugares y otros lenguajes. La
izquierda está muerta, lo que queda es la socialdemocracia, un cadáver
maloliente -en cualquier caso no un fantasma como el comunismo debería y podría
haber sido en el pasado.
3)
Solidaridad nacional
También
encontramos aberraciones lingüísticas en otros lugares. El gobierno del estado
de Renania del Norte-Westfalia titula uno de sus comunicados de prensa:
"Solidaridad nacional en RNW: reducción significativa
del contacto de las personas no vacunadas y restricciones en los grandes
eventos". En el sitio web de la CDU se cita también a la ex canciller
Angela Merkel: "Necesitamos un acto de solidaridad nacional". Así que
podemos volver a hablar de "solidaridad nacional", y cualquier
asociación con el concepto de "solidaridad nacional" introducido por
los nazis, no sé si por Goebbels o por Hitler, sería por supuesto firmemente
rechazada. ¿Pero también sería absurdo recordar que este término se introdujo
como un término de lucha contra el concepto de solidaridad internacional de la
clase obrera? Afortunadamente, Sven Giegold, funcionario de los Verdes en
Berlín, mira más allá de las fronteras de Alemania y supone que la nueva
coalición de gobierno dará lugar a un gran proyecto para toda Europa: "...
Entramos en las negociaciones de la coalición con el objetivo de poner en
marcha una renovación para el país y para Europa. Hemos tenido éxito en muchos
ámbitos. Me pregunto si también se refería a la frontera entre Polonia y
Bielorrusia.
4.
Solidaridad
En Alemania
y en Europa está surgiendo un nuevo tipo de solidaridad que consiste en limitar
definitivamente la política de pandemia a una política de vacunación dentro del
dogma de los recursos limitados del sistema sanitario. Al mismo tiempo,
convierte en el clásico chivo expiatorio a todos aquellos que no se vacunan,
sea cual sea el motivo. Y al mismo tiempo, hacer ministro de Sanidad al hombre
que ha contribuido durante décadas al desmantelamiento y privatización del
sistema sanitario. La tesis de René Girard era que la espiral de violencia en
una sociedad puede interrumpirse, entre otras cosas, nombrando a los culpables,
sacrificando a los chivos expiatorios, y produciendo así un sentido unificador
que ponga fin al ejercicio incontrolado de la violencia entre los individuos y
pueda traer la "paz" a una sociedad. Desde el punto de vista de la
historia de la humanidad, el "cordero sacrificial" como holocausto es
la variante más inofensiva - con el perdón de mis queridos veganos. Por otro lado, convertir
en chivos expiatorios de la pandemia a las personas que no están de acuerdo con
la política del gobierno sobre la pandemia ya es mucho más amenazante.
Para mí, el reflejo de muchos izquierdistas y antifas de abuchear "a los inconformistas" también forma parte de este comportamiento. Pero la izquierda se entrega actualmente al papel de redoblar la política del gobierno. Podemos volver a entonar "¡sociedad, sociedad!". Oh, ¡cómo hemos echado de menos la "sociedad" en este mundo neoliberal! ¡Qué bonita fue la época fordista del estado del bienestar! Esto es lo que se ve por todas partes en la izquierda. Pero la mayoría de la gente ha olvidado que nuestro problema no es ni ha sido nunca el final de la sociedad fordista, el final del estado del bienestar o la prisión fabril fordista. Desgraciadamente, es nuestra crítica de la sociedad la que ha permitido a los gobiernos neoliberales (empezando por los rojiverdes hasta llegar a la CDU y el FDP) atacar con tanto éxito a las formaciones fordistas y prepararlas para el postfordismo: ya se trate de las jerarquías empresariales, de las políticas de control en los sistemas de bienestar o de las relaciones laborales normales.
Nuestras
luchas por la autonomía, la libertad, la igualdad y el ser sujeto en el
fordismo han sido "reterritorializadas" por el capitalismo
neoliberal, es decir, reintegradas en las condiciones de producción y
reproducción del capital y revertidas contra nosotros. Pero esto no significa que
estas luchas fueran falsas. No se trata ahora de volver a invocar la sociedad
fordista (pleno empleo, un buen sueldo, trabaja, trabaja...). Se trata de imponer la
individualidad, la autonomía, ser en la subjetividad y libertad en la justicia.
El atajo en
el concepto de solidaridad, que por un lado sólo consiste en exigir que los
demás no pongan en peligro mi respectiva supuesta "salud", y que por
otro lado oculta lo catastróficos que son ya los efectos de la política
pandémica de los dos últimos años, también forma parte de esta regresión. Así,
el diario TAZ, en un estado mental totalmente desquiciado, ha identificado
finalmente el egoísmo como un nuevo peligro, que se ha convertido en un nuevo
"derecho fundamental", y lo ha identificado finalmente como el
problema y la razón de la falta de voluntad para vacunarse durante la pandemia.
Es tan disparatado que hay que citarlo: "La consecuencia de una formación ideológica que lleva décadas desmantelando la sociedad e inflando el individualismo. De empresa-ego a narcisista. El bien común era ayer, hoy es el bienestar personal el que prima. Y la libertad es sólo otra palabra para la comodidad".
Y luego, sin
duda, Lauterbach y el gobierno como último bastión del bien común? ¿Y la
solidaridad nacional también como bien común? No, el bien común no fue ayer, no
fue el "estado social", no fue el régimen fordista. El bien común
nunca ha existido. Porque el bien común es cuando "el libre desarrollo de
cada uno es la condición para el libre desarrollo de todos". (El
narcisismo que se está extendiendo no es, sin embargo, en contra de lo que
piensa el diario TAZ, la razón del rechazo de la solidaridad de los no
vacunados durante la pandemia. El narcisismo puede acomodarse fácilmente al
cuerpo popular de la solidaridad nacional, porque el miedo por la propia vida
es más importante para él que la libertad. La seguridad antes que la libertad,
sin duda. O como dice ZeroCovid: "Nadie está a salvo hasta que todo el
mundo esté a salvo". Un fantasma recorre las mentes. Y eso debería
asustarnos.


