TIEMPO DE ABJURADORES DE CISMAS, AMADEO BORDIGA
El Concilio
Ecuménico del Vaticano II se ha clausurado, si quisiéramos decirlo en jerga profana,
regulando cuestiones de teoría de la táctica y la organización. El propio Papa
aclaró que los textos que promulgó como voluntad de la asamblea se dividieron
en constituciones y decretos. Las constituciones derivan directamente de la
teoría de que la iglesia es única, inmanente y sancionada en textos
inmutables revelados por Dios mismo, la Biblia y el Evangelio. La Iglesia de
Pedro fue constituida por Cristo mismo, y sus líneas de doctrina no pueden
cambiar con el tiempo. Los decretos pueden seguir los tiempos porque se
refieren a las relaciones con otros organismos humanos en el mundo no
eclesiástico y la organización de la comunidad religiosa y su jerarquía
representada por los Pastores locales y por el Concilio de Obispos. Estas son
las diversas cuestiones de organización de esta comunidad de dos mil años de
antigüedad, que sobre una base doctrinal intangible ha atravesado la historia,
sufriendo también crisis de tendencia, divisiones y escisiones.
¿Qué sentido real
se le debe dar al intento de esta gran organización, que quiere seguir siendo
electiva y monárquica en su centralismo fundamental, y quiere volver a ser
internacional e interracial, por lo tanto universal y católica, para resolver
en una unidad mundial los cismas que han roto el cristianismo?
Introducido este
problema en la historia de las clases sociales y de los modos económicos de
producción, evidentemente no se trata de un cisma que se pueda sanar sin violar
la misma doctrina que inicialmente con el mundo pagano, pues esa ruptura
coincidía con una verdadera superación humana, la de la esclavitud grecorromana
y politeísta. Pero con el mismo desarrollo coincide otra guerra de religiones
con la condena de los primeros judíos monoteístas, a quienes Roma maldijo como
asesinos del hijo de Dios. El mito del Calvario también simboliza una lucha
real contra las clases históricas conservadoras, los escribas, los fariseos,
los teócratas reaccionarios de Oriente, y Jesús es la figura del Líder de una
revolución.
La Iglesia actual
quiere resolver este cisma y redimir a los masacradores de su fundador. La
posición es criticada por el lado de los fariseos del marxismo, los falsos
comunistas rusófilos, porque es demasiado tarde; en cuanto al antepenúltimo pontífice,
Pío XII, se habría mantenido durante la última guerra de parte de Hitler y de su
sangrienta cruzada antijudía.
Más comprensible
es la soldadura escenificada del cisma con la Iglesia de Constantinopla, que
tuvo lugar hace nueve siglos, y de la cual es menos fácil clasificar la
posición entre los desarrollos clasistas históricos, ya que Occidente y Oriente
se ordenaron entonces de acuerdo con el sistema feudal y la nobleza dominante
estaba en todas partes cerca de la Iglesia. La anulación de este cisma, de
carácter secundario en doctrina y organización, no parece imposible ya que los
dos pontífices han intercambiado un abrazo; hoy todo se combina entre las
cumbres! En una grave sombra histórica, sin embargo, sigue siendo la solución
del desacuerdo mucho más trágico entre Roma y las diversas Iglesias reformadas,
que explotó en un momento en que la burguesía capitalista moderna se estaba
preparando para su guerra histórica contra los regímenes feudales.
Este choque que
llenó de sí las historias de Inglaterra, Francia y Europa, no se limitó a
teorizarse como un choque entre teoremas de la escolástica teológica, sino que
fue mucho más allá incluso en países donde como en Italia no rompió con Roma,
sino que se manifestó en el mundo de la cultura y el arte.
Evidentemente, el
actual Papa ha demostrado que quiere dialogar (según el término de moda) no
sólo con las iglesias no católicas, sino también con lo que él llama el mundo
moderno, en el que encuentra graves defectos espirituales, pero que parece considerar
mucho más accesible que los declarados anticatólicos de la heroica época
burguesa, de la que ahora nos separa al menos un siglo.
¡Ha faltado poco
para que declarara que quería aceptar, a cambio, la invitación al diálogo de
los comunistas fariseos! Parecería posible aceptar la jerga oportunista de los
políticos de hoy según la cual la Iglesia cuenta con una corriente de derecha
que dominaría hasta el Papa Pacelli, y después de una corriente de izquierda
prevaleciente, que se alimenta de la posición antialemana en las dos guerras
mundiales y la simpatía por los mitos de la democracia y la libertad en todas
partes adorados.
Nosotros, los
marxistas revolucionarios, aunque negamos el método de elegir entre adversarios
más cercanos y más lejanos, podemos, sin embargo, aunque solo sea para
distinguirnos de esta zona de marcha de renegados. más bien, enviar un saludo a
ciertos poderosos apóstrofos del Papa Pacelli que parecían identificar la
fuerza diabólica del mal en los excesos explotadores de las clases
plutocráticas y en la religión desenfrenada de Mammon, a la que todos sus
sirvientes se han dedicado en los medios sucios de la sociedad, la política y
la cultura. El actual Papa ha formulado su aprobación sustancial de las
características repugnantes del mundo moderno cuando se ha enfrentado
explícitamente a lo que ha llamado "humanismo secular profano".
Este Papa no
menos hábil y preparado tal vez, pero menos valiente que su predecesor Pacelli,
quería cumplir con el siglo no sólo repitiendo la oferta de dejar al César
político lo que es suyo, como Cristo habría dicho, pero retirando la gran tesis
escolar del doctor Serficus Thomas, según la cual la Iglesia tenía que dar
autoridad a todos los poderes civiles porque su autoridad no está en el hombre,
sino en Dios. Con una exquisita destreza clerical quiso tomar para sí un
humanismo cristiano, difundiendo los brazos protectores de Roma sobre la
cultura, la literatura, el arte (hasta los cineastas), la investigación
científica e incluso el mundo del trabajo al que muchos otros Papas ya habían
sonreído.
Todo esto para
golpear el profano humanismo laico profano de la joven burguesía radical y
masónica de hace un siglo que, empujando la autonomía de la persona humana para
hacerla autónoma «de todo trascendentalismo», había erigido ese ateísmo hoy por
todos negado, de orillas del Potomac a Ginebra, de Yalta a la ONU y sin
duda también en el próximo Congreso mentiroso de la Internacional «obrera» y
«comunista», así como también detestado en las Botteghe Oscure y dentro de los
pórticos de Bernini. El Papa Pablo dijo desafiante: vuestro ateísmo (él lo
considera ya liquidado) no deja de ser una religión, la religión del hombre hecho
Dios, mientras que nuestra religión cristiana es la de Dios hecho hombre.
Nosotros que no
tenemos religión y que negamos que la historia esté hecha por Dios a través de
los Profetas y Doctores u Hombres Insignes y que la vemos hecha por el hombre
en el juego de sus colectividades sociales y la cadena de sus formas, le
preguntamos a este mundo moderno, depravado y repugnante si se alza una voz
para defender esta fórmula no nuestra del Hombre que se hace a sí mismo Dios.
Es el de la burguesía revolucionaria idealista y puede expresarse como la
sustitución del trascendentalismo de los deístas, del inmanentismo enseñado por
Hegel. ¿Los traidores y traficantes políticos que han desertado del marxismo
histórico materialista que no escribe a Dios a su salida o llegada arrojarán a Hegel y su idealismo filosófico original al mar? Que también den este salto, y
procedan a la tiara de Pablo VI.
Los cismas
surgieron del respeto a la doctrina por un lado, y de la ruptura revolucionaria
con ella por el otro. Son los traidores quienes los niegan y abjuran de ellos.
Bien puede ser que en el mundo moderno, mientras sigue siendo pecaminoso y
orgiástico, la capital niega el puritanismo de la reforma de Lutero reuniendo
la mano que la jerarquía de la Iglesia no tiene desde hoy.
Estableciendo un
paralelismo con la lucha de la clase proletaria y su doctrina histórica, el comunismo,
que no bebe de Dios o de profetas individuales, que no tiene al doctor
Seraphicus, sino a lo que la burguesía londinense llama red terror doctor, o lo que los demócratas de todas las tendencias denominaban heredero de Tamerlano y
Gengis Kan, nosotros despreciamos desde el campo proletario a los abjuradores del cisma, socialpatriotas y socialdemócratas, proclamados desde Moscú y Livorno.
El camino de la
nueva humanidad está en la revolución. La revolución nace del cisma.
"Il programma comunista", n.22, 20 de diciembre de 1965